jueves, 20 de febrero de 2014

Taganga, una pequeña joya mochilera y de buceo en el Caribe colombiano

El Caribe colombiano, kilómetros y kilómetros de costa con aguas de efectos verdes, turquesa, azules; un mundo submarino por descubrir lleno de corales, peces mariposa, morenas, pulpos, atunes, caballitos de mar; pequeños pueblos pesqueros donde se mantienen tradiciones y en los que tu paso fugaz como visitante se mezcla con la vida de la alegre gente local. Ante este panorama, nuestro viaje hacia la costa norte colombiana prometía estar lleno de experiencias y lindos lugares. Pero toda región repleta de tesoros por descubrir plantea a su vez cierto dilema para viajeros en continuo movimiento como nosotros, ¿qué lugares elegir para visitar? Opciones muchas, ganas infinitas, recursos limitados... snif...

Desde la ciudad de Santa Marta, con interminables ofertas turísticas de buceo, excursiones, tours a islas paradisíacas; a la pequeña población de Taganga, un pueblito pesquero destino habitual de mochileros y buceadores; la desconocida zona del Cabo de Vela, desde la que ya se puede sentir el aroma de la tierra venezolana, con una comunidad de costumbres ancestrales, con playas inacabables... Fue difícil elegir entre un catálogo tan atractivo, pero finalmente nos decidimos por trasladarnos a Taganga, con muy buenas referencias como lugar acogedor, auténtico, y las mejores ofertas de buceo de Colombia.

Playa de Taganga al anochecer

Así que tras otro viaje nocturno en bus desde Bucaramanga hasta la ciudad de Santa Marta, tomamos un taxi que por 15000 pesos (poco más de 5 €), nos llevó hasta el centro de buceo Nautilus en Taganga, del cual habíamos visto en Internet que tenía buenos precios y referencias, y además ofrecían alojamiento gratuito al realizar inmersiones con ellos. Al llegar al centro con nuestras mochilas y cara de demacrados tras la noche en bus, nos informaron que efectivamente tienen una pequeña cabaña en el parque Tayrona, a pocos kilómetros de Taganga, disponible para los buceadores. Con unos atardeceres espectaculares, tranquilidad, el sonido del mar como banda sonora, sin electricidad, sin agua corriente... ¿qué más podíamos pedir? :-D Por si no estábamos ya bastante convencidos, tras ver que cada inmersión nos salía por 50000 pesos (unos 18 €) y que el curso de iniciación Open Water de 3 días para Ewe costaba 540000 pesos (unos 200 €), ya tuvimos los próximos días planificados.

Como era demasiado para nuestros cuerpecitos, bueno, sobre todo para Ewe empezar el curso de buceo ese mismo día, preferimos pasar el día en Taganga y dormir en un hostal antes de ir al día siguiente hacia la cabaña en el parque Tayrona. Taganga es un pueblo pequeñito pesquero con gente super amable y super feliz a pesar de contar con servicios muy básicos, o al menos, básicos para gente occidental como nosotros. Históricamente, está situado en una zona en la que la escasa lluvia es un verdadero problema para la población, lo cual pudimos comprobar nada más llegar. En el hostal donde dormimos aquella noche, nos comentaron que desde Octubre de 2013 que no llovía, y las provisiones de agua tenían que conseguirlas con proveedores que venían desde Santa Marta o Cartagena, los cuales en algunos casos se aprovechaban del "poder" que tenían al depender de ellos las reservas de agua, y su seriedad a la hora de las entregas podía ser bastante lamentable, existiendo hostales, viviendas, restaurantes, que llevaban sin agua dulce más de 5 días.

Taganga, pescadores acabando la jornada

Aparte de estas condiciones, a nivel turístico, Taganga es un destino básicamene mochilero, con viajeros jovencillos de todas partes del mundo, comida para todos los bolsillos, bares con ambiente por las noches, viajeros artesanos vendiendo bisutería en el paseo de la playa... Pero con esta comunidad de viajeros se mezcla la vida diaria de los habitantes de Taganga, saliendo a pescar en sus pequeñas barcas a primera hora de la mañana, y volviendo al atardecer a la playa, momento en el que la gente del pueblo se acerca para comenzar el show de compra-venta de fresquísimo pescado aún en las redes.

 Taganga, jornada pesquera

Tras pasar ese primer día en el pueblo, compramos algunos víveres, y a la mañana siguiente, según lo acordado, nos presentamos bien prontito en el centro de buceo con nuestras posesiones, y a viajar en lanchita hasta la cabaña en el parque Tayrona. Al llegar, pudimos comprobar que lo que nos habían contado del lugar no se quedaba corto. Una pequeña cabaña, con una zona de hamacas, una cocina, un espacio para comer... de cara al mar Caribe en donde se preveían unos atardeceres para recordar.

El pequeño mirador de la cabaña

 Vistas desde la habitación de la cabaña

Pero antes de eso, a Ewe le esperaba su curso de buceo con su inseparable instructor durante los próximos días, Omar. A pesar de que hubo momentos algo estresantes durante las prácticas, poco a poco fue cogiendo confianza con tanto chaleco, regulador, botella, infla por aquí, desinfla por allá, ¡finalmente ya tenemos una buceadora más en el mundo! Aquí la tenéis toda profesional durante algunos de los ejercicios en aguas confinadas junto a Omar y otra chica que hacía el curso.


Ejercicio de rescate

¿Y yo que hacía de mientras durante los 3 días del curso? Aparte de pasar una envidia increíble viendo buceadores de diferentes países yendo y viniendo del agua, aproveché para tomarme unos días de esos que aprovechas para sumergirte en el más absoluto relax, disfrutando de buenas lecturas tumbado en la hamaca, interesantes conversaciones con los viajeros que íbamos conociendo, poniendo al día el blog... Y es que en el lugar donde estábamos poco más se podía hacer, alguna visita a una playita cercana en la más absoluta intimidad, intentar aguantar la tentación de rascar las picaduras de los mosquitos nocturnos, conocer divertídisimas anécdotas en forma de hongos testiculares sufridos por un viajero inglés, y por supuesto, disfrutar cada tarde de los atardeceres  desde una tribuna privilegiada.

 
Atardecer desde la cabaña

Pero eso sí, una vez que Ewe acabó el curso, también llegó mi momento y pude disfrutar de las maravillas subacuáticas del mar Caribe, algunas de ellas yo sólo y una úĺtima con Ewe, estrenándonos así como pareja de las profundidades marinas. Pudimos ver infinidad de corales, peces mariposa, peces loro, morenas, pulpos, peces trompeta, y algo que aunque no vimos con nuestros propios ojos, unos compañeros nos comentaron, ¡una parteja de buceadores dando rienda suelta a la pasión a 5 metros de profundidad! Así me gusta, ¡echando imaginación a las relaciones!!jeje

Parece una pedida de mano acuática, ¡pero no lo es! :-D

En pleno paseo acuático

Bajo el agua es un entorno ideal para meditar

Tras 4 días en ese pequeño paraíso, tocó de nuevo tomar la lancha de regreso a Taganga, una vuelta a la civilización después de unos días en los que pudimos olvidarnos que existe una sociedad moviéndose al ritmo de la electricidad, el dinero... En Taganga pasamos un día más para que Ewe hiciese el examen teórico del curso, dormir decentemente tras varios días en compañía de mosquitos y pulgas, e ir preparando la visita a nuestro próximo destino, ¡Cartagena de Indias!

Ewe con su instructor de buceo Omar

Y con esto acabó la aventura por el lugar más mochilero, auténtico, salvaje y paradisíaco que habíamos encontrado hasta ahora. Para nuestro recuerdo siempre quedarían esos atardeceres, las anécdotas vividas durante el curso de buceo, los viajeros que fuimos conociendo, las ajetreadas noches intentando dormir, las horas pasadas en la hamaca, y la sensación de que al menos durante unos días, la felicidad sólo puede depender de las personas que nos rodean y el lugar en el que te encuentres.

"Si siembras un pensamiento cosecharás una acción. Si siembras una acción cosecharás un hábito. Si siembras un hábito cosecharás un carácter. Si siembras un carácter cosecharás un destino". Charles Reade

2 comentarios:

  1. vessss como ibas a poner imagenes tuyas subacuaticas, que bien, merecio la pena esperar para meteros juntos e??? que bien ya me pegaba yo unos dias por alli, por ese mismo mirador y esas aguas.
    Un Abrazo.

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  2. Siii!La espera mereció muuuucho la pena, aunque ya te digo que la espera en un lugar así se lleva de maravilla! un abrazoooo

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