lunes, 10 de febrero de 2014

Comienza la etapa sudamericana, comienza el “verdadero” viaje con Bogotá y la encantadora Villa de Leyva


Como os comenté hace no muchos posts, un cúmulo de circunstancias nos hicieron cambiar bastante el itinerario previsto del viaje. Lo que se preveía tras México como una visita breve a la zona de Centroamérica, se convirtió en un salto directo a Sudamérica, en concreto a Colombia. Cuando planeas un viaje tan largo y variado como este, inconscientemente (o quizá con total consciencia), siempre tienes una etapa del viaje que esperas con especial interés, como una etapa que tienes cierta sospecha que será aquella que siempre te ha estado esperando, y en nuestro caso había llegado con Sudamérica.

Nuestro primer destino fue Colombia, específicamente su capital, Bogotá. Como suele pasar, muchas historias habíamos oído sobre la fama del país colombiano, películas fieles a los más primitivos clichés sobre narcotraficantes, noticias sobre violencia local generalizada a todo el país... Pero como sabéis, no somos personas que les guste hacer mucho caso de lo que unos cuantos dicen sin conocimiento de causa, así que mejor descubrir las peculiaridades del país del café con nuestros propios ojos.

El paso de Cancún a Bogotá no fue lo que podríamos decir placentero. El vuelo salía a las 5:00 AM, así que, en lugar de pasar esa noche en un hostal, decidimos ir desde Cozumel hasta el aeropuerto de Cancún a última hora de la tarde y pasar la noche en el aeropuerto. Durante el viaje por México, pudimos sufrir la extraña costumbre de que les encanta poner el aire acondicionado a tope en cualquier lugar, ya sea bus, museo... y como no, aeropuerto. Pero bueno, con unas cuantas capas encima y haciendo buen uso de las esterillas para evitar el frio suelo, pudimos dormir unas horitas.

Finalmente llegamos a Bogotá sobre las 15:30, intentamos averiguar la manera de llegar en transporte público desde el aeropuerto hasta el centro, pero aunque parezca imposible, de 5 ó 6 personas que preguntamos todas nos dieron versiones diferentes... Así que finalmente optamos por la solución segura (aunque a veces ni eso...), el taxi. Habíamos escrito a varios couchsurfers para conseguir alojamiento en Bogotá, pero la mayoria tenían la casa ya ocupada así que finalmente reservamos en un hostal en el centro histórico de Bogotá, el barrio de La Candelaria, donde se encuentran la mayoría de hostales para viajeros.

 Bogotá, barrio de La Candelaria

Durante los 4 días que pasamos en Bogotá tuvimos tiempo para disfrutar de experiencias de todos los tipos. Desde probar nuestras primeras arepas, hasta conocer en el hostal a un vasco con una dura historia sentimental que le hace visitar Colombia más de lo que le gustaría, empezar a percibir la amabilidad de los colombianos, su preocupación por la imagen, el alto índice de indigencia existente, propio de una gran ciudad, o la movilidad social en lucha por sus derechos y los de otros.

Bogotá, mural reivindicativo

 Bogotá, mercado

Nuestra estancia en la capital colombiana además nos sirvió para comprobar un hecho que ya sospechábamos, que durante el viaje no somos pareja de grandes ciudades. Al menos del estilo de Bogotá, donde te encuentras en muchos lugares con impersonales edificios propios de épocas comunistas, infinitos rascacielos como los que te puedes encontrar en cualquier capital... Aunque eso sí, un colorido barrio histórico que fue nuestro centro de operaciones y paseos, y unas montañas que rodean la ciudad permitiéndonos recordar el continente en el que nos encontrábamos.

El centro histórico de La Candelaria es un barrio donde se concentra la vida juvenil y alternativa de Bogotá. Hace las delicias de las más hambrientas cámaras fotográficas con pequeñas casitas pintadas con diferentes colores, dando un aspecto colonial y haciéndote olvidar por muchos momentos que te encuentras en una gran ciudad.

Bogotá, barrio de La Candelaria

Bogotá, Plaza de Simón Bolívar

Otra de las actividades imprescindibles en la visita a Bogotá es la mini-excursión al cerro de Montserrate, desde el cual disfrutas de unas vistas privilegiadas de Bogotá.

 Bogotá con Montserrate al fondo

La caminata la hice yo solo, ya que Ewe prefirió quedarse en el hostal trabajando en el blog y como siempre se debe hacer, en sí misma. El paseo es durillo, sobre todo si no estás acostumbrado al oxígeno disponible a 2500 metros, subiendo un desnivel de unos 600 metros a lo largo de poco más de 2 km. Pero la verdad que el paseo bien merece la pena, no sólo por las vistas, sino por el contacto con la naturaleza y por verte rodeado en todo momento por gente local que aprovechaba el domingo para ir de excursión con la familia.

 Bogotá, subida a Montserrate

 Bogotá, subida a Montserrate

Además del barrio de La Candelaria y la excursión montañera, aprovechamos el último día por Bogotá para ir a la zona de parques a dar un paseillo, y así poder evadir nuestra mente más fácilmente de la vida urbana. Nuestra intención era visitar el famoso parque de Simón Bolívar, pero tras alguna pequeña confusión en el sistema de bus y más de una hora para llegar, acabámos en otro parque que pillaba de camino y que era perfecto para nosotros, el parque de Los Novios. Lo que nos encontramos fue una grata sorpresa con un parque adornado con un precioso lago en su centro, pequeñas “cabañitas” rodeándolo con zona de barbacoa para poder reservarlas, lugares en los que volver a nuestra tierna infancia e incluso zonas que parecían sacadas de un cuento de gnomos.

Parque de Los Novios en Bogotá, descubriendo topos

Parque de Los Novios en Bogotá, momento infantil

 Parque de Los Novios en Bogotá
 
 Parque de Los Novios en Bogotá, visitando la casa de los gnomos

Tras la primera toma de contacto colombiana en Bogotá, nuestro siempre hambriente espíritu viajero nos pedía un lugar más tranquilo, una Colombia más local. Y tras numerosas sugerencias, creo que fuímos a parar al lugar perfecto, Villa de Leyva.

Se trata de un pueblo de los que en España diríamos, “de toda la vida”, pero con casitas renovadas destinadas a los más pudientes bolsillos colombianos. De los que la mayoría de mi quinta nos recuerda al pueblillo de nuestros padres en los que pasábamos interminables veranos en la más absoluta libertad.

 Villa de Leyva

Aparte de por el innegable encanto que posee Villa de Leyva, es conocida por contar con la plaza mayor más grande de todo Latino América. La verdad que cuando te cuentan esto antes de ir te esperas una plaza de dimensiones descomunales, aunque luego la realidad dista bastante... La plaza no deja de ser bonita a pesar de ello, y toda una delicia cruzarla en cada paseo por el pueblillo.

 Villa de Leyva, plaza mayor

La estancia en Villa de Leyva colmó todas las expectativas que teníamos en cuanto a tranquilidad, naturaleza, buena gente, buena comida... Todo ello ayudado por el hostal donde nos alojamos, la Casa Viena, un hostal-casa con apenas 4 habitaciones, donde el hecho de que el edificio sea propiedad de la familia que maneja el hostal, y que ellos mismo viven ahí, crea un ambiente familiar estupendo. Pudimos probar deliciosas arepas rellenas de cuajada preparadas a las 7 de la mañana por unas mujeres del pueblo, deliciosos menús del día típico colombianos a precios bajísimos, disfrutar de la compañía de los simpatiquísimos perros que forman parte de la población del pueblo, e incluso visitar una de las casas de barro más grandes que existen en el mundo.

Villa de Leyva, típico almuerzo colombiano

Villa de Leyva, casa de barro

 
Villa de Leyva, nuestro guía turístico durante una de las tardes

Además, por recomendación del personal de la oficina de turismo, fuimos a visitar un molino de maíz de hace más de 200 años, donde en la visita más que el molino, disfrutamos de unos jardines cuidados hasta el más mínimo detalle, y sobre todo, de una piscinita de agua natural, que aunque no nos pudimos bañar, pudimos mojarnos los piececillos y usar la inspiración de la naturaleza que nos rodeaba para filosofar un poco sobre la vida.

 Villa de Leyva, piscinita natural

Villa de Leyva, jardín del molino

Al final entre pitos y flautas estuvimos en Villa de Leyva un día más de lo previsto, y aún así con muchísima pena de cambiar el rumbo. Nuestro siguiente destino era Bucaramanga, dirección norte, donde nos esperaba una pareja de couchsurfers con los que pasar unos días. La verdad, el hecho de saber que alguien te espera en el siguiente destino facilita un poquito el abandonar un lugar con tanto encanto y paz como Villa de Leyva, totalmente recomendable en toda visita a Colombia. ¡Pssss! No se lo digáis a mucha gente que sino perderá esa calma... :-D De regalito final, os dejo unas fotos más del pueblo, el mejor homenaje que se puede hacer a este paraíso entre montañas.

Villa de Leyva

 Villa de Leyva, calle

 Villa de Leyva

"No se puede ser un auténtico científico sin emplear la imaginación más allá de lo establecido". Carlos González Pérez. “23 maestros, de corazón"

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